El día del fin de la terrorífica Stasi
15 de enero de 2009Los cientos de kilómetros de actas con información secreta de los ciudadanos de la ex República Federal Alemana fueron visitados hoy (15.01.2008) por primera vez por la canciller alemana, Angela Merkel. En ese recinto, la antigua central de la temida Stasi (los Servicios Secretos) se conserva el arma más poderosa y vil que el represivo aparato estatal usó contra sus ciudadanos: la información personal habida a través del espionaje.
El pueblo somos nosotros
El 15 de enero de 1990, poco más de dos meses después de la caída del Muro de Berlín, miles de personas se reunieron delante de la central de la Stasi. El movimiento Nuevo Foro, crucial en la caída del Muro y en la posterior reunificación de las dos Alemanias, había convocado a una manifestación exigiendo el cese inmediato de las actividades de los repudiados servicios secretos. Mientras los todavía funcionarios del aparato estatal recibían a los representantes del movimiento cívico en salas preparadas y vaciadas especialmente para ello, la gente se amontonaba a las puertas. La presión fue tanta que los entretanto miles de manifestantes lograron que se abrieran las puertas.
El terror pierde poder
“El 15 de enero de hace 19 años representa el punto final de un proceso que había empezado en diciembre”, declara la encargada de los archivos, Marianne Birthler. Después de que siguiendo el lema de wir sind das Volk, “el pueblo somos nosotros”, las manifestaciones masivas habían logrado el imposible de echar por tierra el muro que separaba las dos Alemanias, los alemanes del este, poco a poco, fueron ocupando y exigiendo desmantelar las oficinas estatales. “En ese entonces todavía era muy peligroso”, cuenta Birthler en entrevista concedida a Deutschlandfunk y puntualiza: “el 15 de enero representa un fanal, pues a través de las cámaras de televisión le dijimos al mundo entero: `este terrorífico aparato ha perdido el poder que tenía sobre nosotros´”.
Aunque previendo ese momento, prolijos funcionarios de los Stasi habían destruido, parcialmente a mano, cerca del diez por ciento de los archivos (más de 16.000 bolsas se llenaron con los pedacitos), los archivos que contenían los datos más privados de millones de personas siguen existiendo. Más de 90.000 empleados tenía la Stasi, unos 300.000 informantes informales. Se calcula que uno de cada 50 alemanes cooperaba con los servicios secretos; no había esfera de la vida de la que el aparato estatal no estuviera informado.
Kilómetros de información
Los 112 kilómetros de actas que se provinieron de todas las oficinas del aparato de seguridad, los 1,3 millones de fotos, las 5000 películas, las 164.000 cintas magnetofónicas y los cerca de 20.000 disquetes son una fuente de información histórica valiosa. “No para mandar al patíbulo a nadie”, asegura Birthler, “pero la opinión pública tiene derecho a saber cuál es el pasado de las personas que tienen hoy responsabilidad política”. Aunque hay actas no accesibles a la opinión pública –la del ex canciller Helmut Kohl es una de ellas-, se supone que los archivos están abiertos a los investigadores.
¿Qué hacer con esos archivos? ¡Siga leyendo!
¿Conservar los archivos?
Aunque Kohl, el “canciller de la reunificación” quiso destruir los archivos sin revisar para que la reconstrucción no se viese enturbiada por revelaciones del pasado, los ciudadanos de la ex RDA lucharon por conservarlos. “Nos ayudan a conocer mejor las estructuras del poder. Nos ayudan a determinar culpas y responsabilidades; también nos protegen de sospechas infundadas”, asevera Birthler y cuenta que hasta el día de hoy hay gente que solicita que este archiva emita una confirmación de que no ha cooperado con la Stasi, que nunca fueron informantes.
¿Qué hacer con toda esa información?, ¿quién debe tener acceso a las actas? El derecho a saber si se había sido espiado y qué información se guardaba en esos malévolos archivos –que decidieron cientos de miles de destinos- se impuso. “Para muchas personas que fueron encarceladas, cuyas carreras fueron aniquiladas, ése era el único camino para entender lo que había sucedido con su vida”, resalta Birthler, quien asevera que aunque los victimarios suelen no disculparse, el que las víctimas sepan quiénes se encargaron de destruirlos ya es un paso en dirección a la reconciliación.
“La gran cantidad de solicitudes para revisar el acta personal nos demuestra la importancia de que este archivo siga funcionando como hasta ahora”, declaró la canciller Merkel después de su visita, pues “no debe perderse, en el recuerdo, los alcances que puede llegar a tener una dictadura”.