"Millones ahí fuera comparten tu sueño de vivir en igualdad"
15 de mayo de 2020La voz de mayor autoridad en Naciones Unidas en materia de derechos de las minorías sexuales habla español con acento costarricense. Desde hace dos años, Víctor Madrigal-Borloz es el primer latinoamericano en asumir el puesto de experto independiente de la ONU contra la discriminación por motivos de orientación sexual o identidad de género. Su trabajo es investigar y denunciar las violaciones a los derechos humanos de las personas LGBTI (lesbianas, gais, bisexuales, trans e intersexuales) en todo el mundo.
DW le entrevistó con motivo del Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia, que se celebra cada año el 17 de mayo. Profundo conocedor de la situación de las minorías sexuales, Madrigal-Borloz critica en esta entrevista la instrumentalización de las personas LGBTI por parte de los discursos conservadores y defiende el papel del multilateralismo en la protección de los derechos humanos.
¿Cuáles son los principales desafíos para la igualdad LGBTI a nivel global?
Lo que hemos podido constatar en el mandato de Naciones Unidas es que los retos son múltiples y están relacionados con situaciones sistémicas que han sido implementadas por generaciones, si no centurias, a través de la idea de que las vidas LGBTI son pecaminosas, enfermas o de alguna manera antisociales.
Por un lado, la discriminación se manifiesta en una exclusión sistemática de todos los sectores de la vida, lo cual condena a las personas LGTBI a la pobreza y la exclusión. Hay exclusión de la educación: las minorías sexuales abandonan la escuela como consecuencia del hostigamiento y el maltrato. Además, tienen menos oportunidades en el empleo, en parte como resultado de la discriminación educativa. Asimismo, las personas LGBTI tienden a estar sobrerrepresentadas en las personas en situación de calle: el 40 % de los jóvenes en situación de calle se identifica como LGBTI. Y, por último, hay disparidades importantes en materia de salud que hacen que las vidas LGBTI tengan menos calidad de salud y sean más cortas.
En cuanto a la violencia, sistemática, esta es clara, cruel, manifestándose en todos los rincones del mundo, ya sea en forma de delincuencia común, pero no castigada por el Estado, y en muchos casos de la política estatal. Todo ello unido a la criminalización: 70 países criminalizan la diversidad sexual y de género, diez de ellos con la pena de muerte.
Hace una década, los avances legales pusieron el foco en el progreso latinoamericano en materia de derechos LGBTI. En los últimos años, el auge del conservadurismo religioso parece haber dado la vuelta al escenario. ¿Qué ha cambiado en América Latina?
La visibilidad de la problemática y los derechos de las personas LGBTI es muy pronunciada en este momento con respecto a hace diez años. Hay un cambio en la percepción de las sociedades y en los niveles de aceptación. Y la legislación se mantiene ahí. Eso es importante reconocerlo.
No obstante, hay una reacción en sectores conservadores que utilizan discursos de espiritualidad para hacer un contradiscurso. Esta reacción es resultado de toda una serie de dinámicas. Algunas de ellas son grandes flujos financieros que apoyan a los movimientos que unen de esta manera a los movimientos que unen la religión y la política. Existe también un gran discurso entre grandes visiones de la sociedad, algunas de las cuales son muy conservadoras. Y mi opinión es que las personas LGBTI han demostrado ser un instrumento políticamente rentable en estos discursos. Es decir, si usted considera la manera en que se ha sobredimensionado el discurso sobre el matrimonio igualitario en campañas políticas en Latinoamérica, pareciese que ese es el mayor problema social en la región con mayor inequidad económica del mundo y con problemas de exclusión social y violencia terribles. Y resulta que el tema que se debate en campaña electoral es el matrimonio igualitario. La solución pasa por concienciar a la población de que ahí no es donde están sus problemas cotidianos.
En los últimos años, el sistema internacional multilateral ha estado en el punto de mira de numerosos líderes populistas. Pero el multilateralismo es lo que ha permitido que exista un trabajo como el suyo en un organismo como las Naciones Unidas. ¿Es su crisis una amenaza para los derechos de las personas LGBTI en el mundo?
El cuestionamiento del multilateralismo en un riesgo para los derechos humanos en general, en el entendido de que ha sido el sistema internacional lo que ha apoyado todo el trabajo y que en muchos casos ha creado la dinámica del diálogo internacional acerca de la conducta de los Estados y la responsabilidad de estos. También en el caso de las minorías sexuales. Hay discursos populistas en estos momentos que utilizan las vidas de las personas LGBTI como un instrumento para el discurso político. Desde mi punto de vista, la gran conversación social tiene que nutrirse con evidencia real sobre las vidas LGBTI: que no son enfermas ni antisociales, y que en su mayoría, como cualquier comunidad, tienen la aspiración de construir sociedades que busquen el bien de todos.
Una de las grandes batallas políticas en curso es la de las llamadas "terapias de conversión", que acaban de ser prohibidas en Alemania, aunque solo en el caso de los menores de edad.
Las terapias de conversión surgen de esos mecanismos de estigma que mencionaba anteriormente, la idea de que las vidas LGBTI son antisociales, son pecaminosas y sobre todo que son enfermas. Y, claro, lo que es enfermo debe ser curado. No ayuda nada el hecho de que la homosexualidad y el transgenerismo estuviesen durante décadas clasificados como enfermedades mentales en las diferentes clasificaciones internacionales de dolencia que existían. Esto ha creado una gran conciencia en la comunidad médica de que efectivamente hay que corregir estas existencias. Y también ha creado una conciencia social.
El desafío más importante es el cambio de esa conciencia social. Muchos padres envían a sus hijos e hijas a esas llamadas terapias de conversión porque temen la sanción social que significa vivir abiertamente como persona LGBTI. Muchas personas se someten a estas prácticas por el ansia de adquirir lo que consideran una "normalidad". Lo importante es redefinir ese concepto de normalidad y, junto con eso, la creación de un aparato jurídico que permita prohibir prácticas que en realidad son tortura.
Son muchos los frentes abiertos. ¿Hay razones para el optimismo?
Desde mi punto de vista, los últimos cincuenta años han demostrado que el cambio social es posible en el contexto de una generación. Hay contextos en los cuales hace 25 años las vidas LGBTI estaban criminalizadas donde hoy la legislación contra la discriminación es la norma. Hay contextos en los cuales los niveles de violencia eran extremos y donde en este momento existen estructuras bien establecidas de acceso a la justicia y a la protección del Estado. Los países en los que las existencias LGBTI están criminalizadas continúan disminuyendo. En tan solo los últimos dos años, la India, Angola y Botsuana han despenalizado la homosexualidad.
Creo que realmente existe todo un contexto de progreso. Es frente a esto que surge la reacción de la que hablábamos. Pero también existe una conciencia de que esta lucha por la igualdad ha logrado avances que en este momento serían muy difíciles de retrotraer. Hay grandes victorias en el contexto de grandes desafíos.
Una última pregunta: usted tiene el trabajo de ensueño de cualquier activista en la materia. Algo que parecía imposible hace apenas unos años. ¿Qué le diría a un niño o niña de América Latina que esté pasando un mal momento por su orientación sexual o identidad de género?
Yo le diría lo que hubiera querido escuchar cuando era niño. Que el cambio es posible, que el cambio no solo es posible, sino que es real. Y que está siendo provocado por el trabajo de millones de personas valientes y resilientes alrededor del mundo. Personas que tienen la convicción de que sus existencias son valiosas. Le diría que hay miles y millones de personas que comparten su sueño de vivir en igualdad.
(few)
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