Los penaltis acabaron con el sufrimiento
10 de julio de 2014El partido entre argentinos y holandeses estuvo muy igualado. La posesión del balón se la repartieron casi por mitad (51% Argentina, 49% Holanda), la construcción de los ataques fue prácticamente idéntica (pases largos que buscaban ganar la espalda de la defensa contraria), la actitud fue muy similar (paciencia en la elaboración de las jugadas, que en caso de no terminar con la pelota interceptada, volvían a construir desde su punto de inicio).
Equilibrados por lo bajo
El equilibrio también quedó plasmado en la alternación de las fases de dominio y fútbol ofensivo, así como en la fe compartida en que una de sus dos máximas estrellas inclinara la balanza a su favor. Los europeos, confiando en una explosión de energía por parte de Arjen Robben. Los sudamericanos, atentos de una genialidad de Lionel Messi.
A los dos rivales les pesó demasiado el premio que obtendría el ganador. Ambos prefirieron la prudencia ante la posibilidad de no acceder a la final del Mundial, de perderse la oportunidad de poder alcanzar el título, de tener que contentarse con jugar contra Brasil por el tercer lugar en vez de hacerlo con Alemania por el primero, de despedirse del evento el sábado en vez de hacerlo el domingo.
El miedo al error frenó a los contrincantes. Los dos equipos tuvieron la opción de ir a buscar la victoria y escogieron evitar la derrota. Los pergaminos de Holanda y Argentina prometieron un buen partido que las selecciones no ofrecieron. Por fortuna para los espectadores y los aficionados, lo que estaba en juego -el paso a la final del Mundial 2014- poseía dramaturgia suficiente como para hacer interesante un partido que en la cancha de la Arena Corinthias de Sao Paulo no lo fue. Que las oportunidades más claras de gol durante el tiempo regular llegaran en el minuto 75 (Gonzalo Higuaín para Argentina), y 90+1 (Arjen Robben para Holanda), dan testimonio del temor que embargó a los semifinalistas.
Con el último aire
Que el partido se fuera al alargue, y que ambos equipos tuvieran que torturar sus nervios, y los de los aficionados, por 30 minutos más, no sorprendió a nadie. Los dos tiempos adicionales fueron la consecuencia lógica del temeroso y precavido trámite del juego en el que ninguno de los dos equipos se decidió a desplegar todo el potencial que poseen.
Aún así, del minuto 90 al 120 Holanda puso un poco más de empeño y de atrevimiento que Argentina. No tanto como para conseguir el gol del triunfo, pero sí para adelantarse en las estadísticas, que revelaron que los europeos atacaron más, se apoderaron mejor de los espacios, y el balón estuvo con mayor frecuencia en sus pies. Sin embargo, todos esos datos no dejan de ser irónicos, porque fue Argentina la selección que tuvo las mejores opciones de conseguir un gol. Primero a través de Rodrigo Palacios, en el minuto 115, y luego Maxi Rodríguez, en el minuto 117, recibiendo un pase fruto de una de las pocas jugadas geniales de Lionel Messi.
La hora del héroe
Contra Costa Rica, en los cuartos de final, el arquero suplente Tim Krul ganó para Holanda. En esta oportunidad fueron los europeos los que cayeron víctimas de un portero. Sergio Romero se convirtió en el héroe de una noche que duró mucho sin tener uno.
El portero argentino atajó el primer lanzamiento holandés, el de Ron Vlaar, y el tercero, cobrado por Wesley Sneijder, mientras todos sus compañeros anotaron. Así, por tercera vez en la historia de los Mundiales, Argentina enfrentará a Alemania en la definición del título. Con Diego Maradona como su máxima figura, los sudamericanos ganaron en 1986, y perdieron en 1990. En el 2014 el turno es para Lionel Messi, en una nueva versión de la final que le dio la última Copa del Mundo a los alemanes.