Los servicios secretos siguen siendo “el poder” en Rusia
14 de abril de 2009El derribo de la estatua de bronce de Félix Dzerzhinsky fundador del KGB, pocos días tras el fracasado golpe de Estado, despertó júbilo en la multitud aglomerada en la Plaza de Lubjanka. “Entre los trabajadores empero, cundió el pánico porque temían que fueran expuestos al escarnio público como les pasó a algunos de la Stasi, el servicio secreto de la Alemania socialista”, dice la historiadora Irina Cherbakowa.
Los intentos empero de acabar con la predominancia de los servicios secretos en Rusia terminaron en un callejón sin salida. “A pesar de que hubo buenas oportunidades de remediar la situación”, agrega Cherbakowa. Quien lamenta que en 2009, 18 años después de los hechos, los “chekistas” son, de nuevo, omnipresentes: “Son funcionarios del Estado, están en el Gobierno y en la administración del Kremlin”.
Cuando los sueños se esfumaron
El sueño democrático del golpe de 1991 se desvaneció. La gente tenía otras preocupaciones. Primero se desmoronó el sistema económico y con él el social. Luego vino la galopante inflación y una privatización apresurada que dejó a mucha gente en la miseria.
Incluso la página virtual de la organización que sucedió a la KGB, el actual Servicio para la Seguridad de la Federación Rusa (FSB), documenta los pasos que intentaron reformar la posición de poder de los servicios secretos.
“La lucha contra el KBG fue también una lucha contra el Comité Central de la Unión Soviética. Pero Jelzin, por populismo, fue incapaz de desmontar esas estructuras que, por lo demás, hubieran afectado a muchos de sus colaboradores en el poder.”
Jelzin, el temeroso populista
Durante el segundo mandato de Jelzin, el país se sumió en una profunda crisis en la alguien se perfila como El Salvador: Wladimir Putin, antiguo miembro de la KGB. Jelzin hace de Putin su sucesor.
Y Putin continúa las reformas de los servicios secretos, pero en la dirección contraria: no para desposeerlos del poder, sino para hacer de ellos su principal apoyo.
Entretanto los servicios secretos rusos se han convertido en una vasta red interconectada. Aparte del FSB, con sus 100 mil funcionarios responsables de la seguridad interna, está la Agencia federal para las Comunicaciones del Gobierno, que también desarrolla actividades de rastreo electrónico en el extranjero. Los 120 mil trabajadores de dicha agencia tienen el apoyo operativo de sus homólogos de la estadounidense National Security Agency (NSA).
Un violento poder
A las anteriores instituciones se suma la Defensa de las Fronteras con 200 mil expertos y la Protección presidencial que no sólo vela por la seguridad del presidente sino del Gobierno y que además realiza tareas suplementarias de espionaje.
El Servicio militar de Inteligencia Exterior (GRU), así como el de espionaje civil (SWR) se cuentan entre los más pequeños. Entre todos, medio millón de personas que sólo pueden estar uniformados dentro de sus oficinas. Ellos representan un enorme poder. No son un Estado dentro del Estado, son el Estado mismo.
Autor: Nikita Jolkver / jov
Editor: Enrique López