Contra el Alzheimer
3 de febrero de 2012La ciudad de Bonn es clave en la investigación de la enfermedad de Alzheimer. Allí trabajan dos centros de investigación en estrecha cooperación: el Centro Alemán de Investigación de Enfermedades Neurodegenerativas y el Instituto de Investigación Caesar. Científicos de ambos institutos aúnan esfuerzos para hallar una solución al enigma que plantea la “enfermedad del olvido”.
El mal de Alzheimer se diferencia claramente de otras enfermedades del sistema nervioso. Destruye la capacidad de recordar, en especial, la memoria episódica. Las personas afectadas olvidan cosas banales como, por ejemplo, el lugar donde estacionaron su automóvil, la última vez que hicieron compras, la fecha en que se casaron y hasta la ciudad en la que viven. Así describe la enfermedad Gabor Petzold, investigador del Centro Alemán de Investigación de Enfermedades Neurodegenerativas (DNZE, por sus siglas en alemán).
Capaces de manejar, pero olvidaron dónde está el auto
Los enfermos de Alzheimer parecen al comienzo estar sanos y en buena forma física. La llamada memoria procedimental, que se encarga, entre otras cosas, de las habilidades motoras para llevar a cabo un movimiento, resulta afectada cuando la enfermedad ya ha avanzado. Se trata de procesos inconcientes, “cosas que se han aprendido y para las cuales no es necesario un control conciente, como, por ejemplo, manejar un automóvil o andar en bicicleta”, explica Petzold.
Dos proteínas producidas por las neuronas son responsables del brote de la enfermedad: la proteína beta-amiloide y la proteína tau, ambas presentes también en personas sanas. El mal de Alzheimer se produce cuando aumenta la concentración de esas proteínas y éstas se acumulan en grumos que se apelmazan formando placas en el cerebro.
La proteína beta-amiloide se acumula fuera de las neuronas, mientras que la tau lo hace dentro de las mismas, ocasionando la destrucción de las dendritas y de las sinapsis, encargadas de transmitir información a nivel intercelular.
Efectos secundarios, un problema para el progreso de las terapias
Si bien aún no se cuenta con un medicamento eficaz contra el mal de Alzheimer, hay diversos proyectos de investigación con un solo objetivo: disminuir la concentración de ambas proteínas y evitar que formen grumos, o bien a través de un transporte más rápido de las mismas fuera del cerebro, o evitando de antemano que se acumulen.
Un punto de partida importante en los estudios al respecto es el desarrollo de una vacuna, explica la neuroinmunóloga Annett Halle, del Instituto de Investigación Caesar. “Existe una vacuna activa con la que se estimula el sistema inmunológico para que produzca un antígeno o anticuerpo contra la proteína beta-amiloide a fin de reducir su concentración en el cerebro y también los grumos”, señala la investigadora.
La idea es buena, pero su puesta en práctica todavía presenta dificultades. Con la vacuna ya se logró reducir las placas en ratones de laboratorio, pero no es posible aplicarla sin más en seres humanos, ya que en ensayos individuales se produjeron demasiados efectos secundarios. “El sistema inmunológico reaccionó masivamente y se produjeron inflamaciones”, dice la neuróloga, que agrega que por eso se debió interrumpir un estudio a gran escala.
Tampoco la activación de células inmunitarias, las llamadas microglias o células microgiales, capaces de fagocitar la proteína beta-amiloide, ha dado resultado hasta el momento. Annett Halle descubrió, en ensayos de laboratorio, que una cantidad demasiado grande de células inmunológicas podría dañar las neuronas a las que se trata de proteger.
Otro de los proyectos de investigación consiste en bloquear determinadas enzimas, las secretasas, que forman la proteína beta-amiloide. Pero allí surge un problema, ya que algunas de esas enzimas no sólo se encargan de la producción de la beta-amiloide, sino que también son necesarias para otros procesos cerebrales importantes.
¿Cuál es la proteína más importante?
Eva-Maria Mandelkow y su esposo Eckhard Mandelkow, ambos neurólogos, está convencidos de que, para lograr una terapia verdaderamente eficaz, no se debería atacar a la proteína beta-amiloide, sino más bien a la proteína tau. “Creemos que es la proteína tau la que ocasiona la muerte neuronal”, dice Eva-Maria Mandelkow.
En personas sanas, la proteína tau estabiliza los microtúbulos, estructuras tubulares que funcionan como rieles dentro de los cuales se desplazan diversos componentes celulares. Si la proteína tau se desprende de esos microtúbulos los rieles se disuelven, el transporte celular deja de funcionar y la neurona muere.
A través de ensayos con ratones manipulados genéticamente que poseían una predisposición al mal de Alzheimer, los científicos lograron probar que la demencia se produce cuando se forman acumulaciones de la proteína tau.
Los investigadores lograron desactivar la formación exagerada de proteínas tau por medio de un truco genético en ratones que ya sufrían de demencia y habían perdido neuronas. El resultado fue que recuperaron la memoria. Luego de cuatro semanas, los ratones pudieron volver a aprender. A pesar de que los resultados no pueden aplicarse a seres humanos, Eckard Mandelow considera que el ensayo es la clave del éxito en la lucha contra el Alzheimer.
A la búsqueda de una sustancia efectiva contra el Alzheimer
“Si se lograse desactivar la proteína tau, eso sería un éxito, porque entonces las sinapsis podrían regenerarse”, explica el experto. Por eso, el equipo de Mandelkow se enfoca en hallar una sustancia que evite la acumulación de proteína tau. Los Mandelkow ya han estudiado cerca de 200.000 sustancias. “Encontramos algunas que no solo impiden la acumulación de proteína tau en el tubo de ensayo, sino que también disuelven los grumos que ya se habían formado”, subraya Eva-Maria Mandelkow.
Si bien las sustancias aún no funcionan en seres humanos, al menos en experimentos con lombrices ya se perfilan los primeros éxitos. Las lombrices en las que se habían formado placas tau y habían quedado paralizadas, volvieron a moverse luego de habérseles aplicado un inhibidor de acumulación proteínica.
Pasarán varios años hasta que se puedan desarrollar medicamentos aplicables a seres humanos. Sin embargo, actualmente ya se puede lograr retrasar el desarrollo del Alzheimer, asegura la investigadora. La clave es el deporte. En pruebas con ratones se comprobó que aquellos que corren mucho enferman de demencia mucho más tarde que los otros.
El investigador Gabor Petzold confirma ese descubrimiento: “Los pacientes de Alzheimer sufren más frecuentemente de una insuficiencia circulatoria o isquemia en el cerebro que las personas que no enferman de Alzheimer”, afirma. La isquemia y el desarrollo de Alzheimer conforman un verdadero círculo vicioso. Las placas impiden la natural expansión de los vasos sanguíneos, provocando isquemia. Y la isquemia tiene, a su vez, como consecuencia, que las placas no sean transportadas eficazmente. Supuestamente, esa también sería la razón por la cual la diabetes y la alta presión son asimismo factores de riesgo para el mal de Alzheimer.
Autora: Judith Hartl/ Cristina Papaleo
Editora: Emilia Rojas Sasse