¡Que viva la República!
2 de junio de 2009Fue un día espectacular. En Berlín y en otras ciudades se reunía la gente. Habían escuchado sobre la dimisión del emperador Guillermo II de Prusia (1859-1941). El príncipe y canciller del Reich Maximilian von Baden (1867-1929) lo había anunciado por iniciativa propia. Guillermo II de Prusia no fue consultado, pero poco después accedió, con lo que terminó el imperio en Alemania. Se decía que como reacción a estos sucesos, los comunistas proclamarían la república.
Doble proclamación de la república
Pero el diputado socialdemócrata Philipp Scheidemann se adelantó al Partido Comunista alemán (KPD). Desde el balcón del Reichstag, en Berlín, proclamó la república a mediodía del 9 de noviembre de 1918, pese a que no todos los funcionarios del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) estaban de su lado. “El pueblo ha ganado por todo lo alto”, declaró. La gente se mostraba extasiada y daba gritos de júbilo. Sin embargo la recién proclamada república tendría que luchar desde ese primer día contra una pesada hipoteca. A las 16:00 horas se reunió otra gran multitud ante el Palacio Imperial de Berlín. Ahí el líder de la Liga Espartaquista, Karl Liebknecht también proclamó la república. Su discurso tuvo como cúspide un llamado a la creación de una “República libre y socialista de Alemania”, que pondría fin al dominio de los Hohenzollern. En lugar del odiado estandarte con la imagen del Kaiser ondearía a partir de entonces “la bandera roja de la República libre de Alemania”.
La joven república estaba empantanada en un dilema que había dividido a la sociedad. Para unos, la Revolución Rusa de 1917 era el ejemplo luminoso de una sociedad socialista de iguales. Para otros, era el funesto presagio l colapso. Ambos grupos se encontraban enfrentados irreconciliablemente. Partidos de derecha e izquierda formaron grupos armados que libraban batallas callejeras. El intento de iniciar una nueva era tras la devastadora Primera Guerra Mundial terminó en un fracaso absoluto. Los soldados que volvían del frente se encontraron con un escenario de caos en el que no lograban hallar su lugar. Muchos de ellos se adhirieron a organizaciones paramilitares antirepublicanas de extrema derecha.
Disturbios en la Navidad de 1918
Hacia finales de año los disturbios habían alcanzado tales dimensiones que tuvo que intervenir el canciller. El socialdemócrata Friedrich Ebert (1871-1925) dispuso que los llamados “disturbios de Navidad” fueran sofocados por medios militares. Por esa razón, el 29 de diciembre de 1918 se desmembró el gobierno interino (“Consejo de Comisionados del Pueblo”), escalando la situación aún más. Ebert encargó a Gustav Noske (1868-1946) la protección de la residencia del Gobierno. Como ministro era responsable de las fuerzas armadas e impuso mano dura, sin embargo ello no estabilizó la situación sino todo lo contrario. A principios de 1919 los disturbios se propagaron a todo el país.
El levantamiento espartaquista condujo a un estado cercano a la guerra civil, provocado por el cese de Emil Eichhorn (1863-1925) como jefe de la Policía de Berlín. Eichhorn pertenecía al recién fundado Partido Comunista Alemán (KPD), surgido de la Liga Espartaquista de Karl Liebknecht. La negativa de Eichhorn a abandonar su puesto provocó el levantamiento y entre el 8 y el 10 de enero de 1919 se produjo en Berlín una tentativa de insurrección.
Las fuerzas armadas fueron reforzadas con integrantes de los grupos paramilitares, que se encarnizaron con los simpatizantes del Partido Comunista. Tras el sofocamiento del levantamiento espartaquista, los grupos paramilitares “limpiaron” la ciudad, asesinado a cientos de revolucionarios, entre ellos a los dos íconos del Partido Comunista Alemán, Rosa Luxemburgo (1871-1919) y Karl Liebknecht, arrojando sus cuerpos al canal de Landwehr.
La República de Weimar
A raíz de los disturbios, el gobierno trasladó su sede a la ciudad de Weimar. Con la elección de esa ciudad se quiso dar también una señal a favor de la nueva república democrática. En Weimar vivieron y trabajaron Friedrich Schiller (1759-1805), Johan Wolfgang von Goethe (1749-1832) y Johann Gottfried von Herder (1744-1803). Con la vieja ciudad imperial la nueva república no quería tener nada que ver.
El 19 de enero de 1919 se reunió la Asamblea Nacional de Weimar. Su misión era redactar una Constitución. Después de medio año de intensos debates, el 31 de julio fue aprobada la nueva Constitución y poco después entró en vigor. Alemania era una democracia parlamentaria. Pero la Constitución tenía aún muchos puntos débiles, sobre todo la fuerte posición del presidente, que con la ayuda de disposiciones de emergencia podía gobernar sin el Parlamento e incluso contra él, lo que se convirtió, como se vería después, en una funesta fragilidad.
Autor: Matthias von Hellfeld/ EU
Editor: Pablo Kummetz