Schiller: dos siglos sin perder vigencia
23 de marzo de 2007Friedrich Schiller contaba apenas con 45 años cuando murió, en mayo de 1805. Al cumplirse 200 años de esa fecha hubo innumerables actos conmemorativos y publicaciones en honor del poeta y dramaturgo alemán que, junto con Goethe, es uno de los más importantes autores alemanes.
La popular acogida de este aniversario asombró a los especialistas, como Ulrico Raulff, director del Museo Nacional de Schiller en Maybach, la ciudad natal del poeta. Muchos se plantearon si Schiller se ha convertido, al lado de Einstein, una nueva estrella pop alemana, inflada por su aparición en los medios.
Así en la vida como en la obra
Sea como fuere el tratamiento que se le dé, Schiller merece la pena. Las situaciones vitales difíciles y su control: ésa fue la fascinación del autor y el hombre Schiller, quien fue el ejemplo viviente de cómo un ser humano puede oponerse a lo inevitable. Sólo una voluntad como la suya podía vencer sus constantes estados febriles consecuencia de una infección pulmonar que le empezó en 1791, y cuyas terribles secuelas no lo abandonaron hasta su muerte. Sus médicos catalogaban de milagroso que siguiera viviendo; uno de sus últimos biógrafos, Rüdiger Safranski, lo define como idealista, pues "idealismo es cuando a través de la energía de su entusiasmo y su espíritu uno vive diez años más de lo que el propio cuerpo permite".
Su atormentada vida, plagada de dificultades materiales y de enfermedades, da por sí misma buen material dramatúrgico. El entusiasmo, un concepto schilleriano, para vencer los obstáculos lo habría acompañado y también llevado a la muerte, así Raulff. Schiller "abusó no sólo de su propia energía, sino también de la de sus contemporáneos, la de su público. Y eso lo hace grande, y lo que hasta hoy nos parece interesante en su obra", explicó Raulff a la emisora alemana Deutschland Funk.
Instrumentalizado por los nazis
Schiller sigue siendo lectura obligada en las escuelas, a pesar de que su idealismo y su pasión patriótica lo haya echo caer en tela de duda en la Alemania de la posguerra.
Tanto el siglo XIX como el siglo XX, y por supuesto el poder nacionalsocialista instrumentalizó su concepto de la estética del Estado. Schiller postula la belleza absoluta: sólo a través de la belleza se llega al conocimiento, sólo a través de ella a la verdad. La belleza no es, sin embargo, un espacio apolítico, sino fuente de la acción vital. Problablemente ésa sea de las lecturas más clásicas, y quizás más democráticas e interesantes.