Secuestrados: un drama aún sin fin en Afganistán
1 de agosto de 2007En la grabación, el ingeniero alemán pide al Gobierno de su país que retire las tropas que mantiene estacionadas en Afganistán. Su voz apenas perceptible no ha llegado hasta Alemania: las televisiones germanas han decidido no emitir el vídeo alegando motivos morales. Tampoco DW-WORLD lo hará. Y pese a ello, el contenido de la cinta ha causado conmoción.
Las imágenes son “un documento dirigido claramente a la intimidación”, califica con acierto el Ministerio de Exteriores Alemán. Pero no son sólo eso. El vídeo aleja al supuesto clan con intenciones exclusivamente criminales de la captura del ingeniero, y acerca a éste a los talibanes, a sus reivindicaciones políticas y al drama paralelo de los 21 surcoreanos también secuestrados, dos de los cuales han pagado ya con la vida el fracaso de las negociaciones entre los islamistas y el Gobierno de Kabul.
Las presiones sobre Karzai
Gobernar un país como Afganistán no es una tarea sencilla, pero estos días a Hamid Karzai le debe resultar especialmente problemática. 21 surcoreanos y un alemán se encuentran secuestrados en una de sus provincias: los talibanes le exigen la liberación de sus compañeros de armas y creencias a cambio de no matar a los extranjeros.
Estados Unidos presiona a Karzai para que no se doblegue ante las exigencias de los islamistas radicales. Alemania y Corea del Sur quieren recuperar a sus conciudadanos sanos y salvos. Karzai necesita, y se lo debe todo, a Estados Unidos, pero también el apoyo de los soldados alemanes y la ayuda de los muchos proyectos surcoreanos son fundamentales para su país.
“Karzai está en un callejón sin salida”, opina un diplomático preguntado por la revista Spiegel Online. Las agencias de noticias informan sobre movimientos de tropas del ejército afgano que apuntan a un posible intento de liberar a los capturados por la fuerza. “Si el Gobierno nos ataca, mataremos a los rehenes”, advirtió el ya famoso portavoz de los talibán, Qari Yusef Ahmadi. Y los soldados afganos se repliegan. El Ministerio de Defensa niega que exista ningún operativo de rescate con carácter militar.
Evitar un baño de sangre
Hasta ahora, Alemania observaba con una mezcla de compasión y alivio el destino de los surcoreanos secuestrados en el país asiático. Compasión por la tragedia que están viviendo. Alivio porque al ingeniero alemán le hubieran tocado mejores cartas en el reparto. Con un grupo de criminales resulta más fácil negociar un rescate: lo que cuenta, al fin, no es más que el dinero.
Pero el vídeo, en el que el alemán aparece rodeado de dos hombres que le apuntan con sus armas, minimiza las esperanzas de que los talibanes no estén implicados en la captura. Y los ultimátum que parecen alargar con cuentagotas la vida de los misioneros surcoreanos empiezan a percibirse como parte de la historia del ingeniero, y los talibanes han matado ya a dos de sus secuestrados tras cumplirse repetidos plazos sin que obtuvieran de Kabul la libertad de sus milicianos.
El Gobierno de Corea del Sur mantiene negociaciones paralelas a las de Karzai con los secuestradores. Berlín dice trabajar exclusivamente a través de intermediarios y su postura oficial se limita a mantener, con el secretismo habitual que rodea a este tipo de sucesos, que el gabinete de crisis instaurado en el Ministerio de Exteriores se esfuerza por lograr la liberación.
La grabación del ingeniero será analizada con lupa con la esperanza de obtener más información. Por lo demás, Alemania no se deja chantajear. “No podemos aceptar semejantes exigencias”, dijo Peter Stuck, jefe de los socialdemócratas, en referencia a la demanda talibán de una retirada de las tropas germanas.
Con la esperanza de que no haya más muertes, un drama continúa en Afganistán. El ingeniero alemán no se encuentra preso junto con los surcoreanos. Los surcoreanos están repartidos en cuatro lugares diferentes. El diplomático consultado por Spiegel advierte: "si el ejército afgano interviene, será difícil evitar un baño de sangre".