Tony Blair: disculpas a medias
29 de septiembre de 2004
Tony Blair no tuvo tanta suerte como Silvio Berlusconi. Mientras en Roma se celebraba, con enorme alivio, la liberación de las dos rehenes italianas que se hallaban cautivas en Irak desde el 7 de septiembre, en Londres se mantenía la incertidumbre acerca de la suerte corrida por el británico Kenneth Bigley. Su situación y las quejas de sus familiares, que reprochan al gobierno británico no haber hecho lo suficiente para lograr su libertad, penden como una sombra negra sobre el congreso del Partido Laborista que se celebra en Brighton. Más aún: otros dos soldados británicos murieron este martes en Irak, mientras los delegados aguardaban con expectación el discurso de su líder.
En busca de cohesión
El premier Tony Blair se mostró consciente de la profunda división que la guerra de Irak provocó en su propio partido. En consecuencia, no trató de esquivar el bulto. Era el momento de intentar restaurar la cohesión interna. Y de reconocer errores, lo cual hizo en parte, al admitir que las informaciones sobre los supuestos arsenales iraquíes resultaron no ser verdaderas. Pero no llegó a pedir disculpas por haber emprendido, sobre esa base errónea, una guerra contra Irak.
Sin amilanarse por interrupciones como la de un manifestante que lo acusó de tener “las manos manchadas de sangre”, reiteró que actuó por convicción. En lo medular, el jefe del gobierno de Londres no ha cedido un ápice. Al igual que el presidente estadounidense, insiste en que tras el derrocamiento del régimen de Saddam Hussein, “el mundo se ha vuelto un lugar mejor”.
¿Nuevas prioridades?
Sin embargo, el tono que Blair empleó para dirigirse a los delegados se diferencia claramente del que suele utilizar George W. Bush, aunque se refiera con la misma vehemencia al imperativo de la lucha contra el terrorismo. El gobernante británico subrayó, por ejemplo, que “las operaciones militares serán ineficaces si no nos ocupamos de las condiciones en las que surge el terrorismo”. En este contexto, prometió convertir el proceso de paz en el Medio Oriente en una “prioridad personal” en noviembre, es decir, después de las elecciones estadounidenses. Y enfatizó su decisión subrayando una verdad evidente: “Dos estados, Israel y Palestina, que convivan en una paz duradera, contribuirían a derrotar el terrorismo más de lo que podrían lograr jamás las balas”.
Semejantes declaraciones provocaron ciertamente aplauso, pero no el entusiasmo de antaño. El “problema de confianza”, que Blair admitió, no es tan fácil de resolver con un llamado a restablecer la unidad y respaldar ahora al pueblo iraquí, “a pesar de las diferencias que hayamos podido tener”. De hecho, contraviniendo la voluntad de la cúpula, los delegados laboristas se proponen discutir el jueves sobre el papel de Gran Bretaña en Irak y emitir una resolución al respecto.