Tras muerte de Pinochet, exiliados en paz con Chile
12 de diciembre de 2006Desde el 11 de septiembre de 1973, día de la toma violenta del poder por Pinochet en Chile, miles de chilenos tuvieron que abandonar el país en las más diversas circunstancias, pero todos por un motivo: salvar su integridad personal. Aún cuando no existen cifras precisas, varias instituciones coinciden en que de Chile huyeron cerca de 1.600.000 personas, víctimas de la persecución política.
Aunque, entre tanto, son muchos los chilenos que han regresado a su Patria, cientos de miles viven aún dispersados por todo el mundo, también en Alemania.
“Profunda lástima por la impunidad”
Gustavo Toro, hoy de 67 años, es uno de los chilenos que tuvo que abandonar Chile y fue acogido en Alemania. Toro fue por más de 20 años tramoyista de la Ópera de Dortmund y hoy jubilado.
Cuando se enteró de la muerte de Pinochet, Toro recorría los salones de una exposición de fotografía del hijo que nació en Alemania y con quien, justamente, partirá en los próximos días para mostrarle su Patria, que es también la de todos sus hijos, nietos y familiares.
“No me sentí ni satisfecho ni alegre ni deprimido cuando escuché que Pinochet había muerto. Lo que sentí fue una profunda lástima de que hasta su muerte Pinochet no hubiera pagado por los crímenes cometidos ni por él ni por los suyos mientras las fortunas amasadas ilegalmente aún reposan en los bancos internacionales”, dice Toro, quien espera que, por lo menos, los hijos y la mujer de Pinochet, también involucrados en los casos de corrupción, respondan pronto a la Justicia.
Con el poder de callar y hacer callar
Si fue cierto que en Chile “no se movía una sola hoja” sin que él lo supiera, como afirmara, alguna vez, el mismo Pinochet durante su régimen, ¿qué pruebas más fehacientes de la responsabilidad política en los crímenes de lesa humanidad necesitaban las autoridades chilenas?. Es lo que muchos vuelven a preguntar por estos días.
Pero Toro no culpa a nadie en especial en Chile, porque “Pinochet dejó importantes fuerzas fascistas que se mantuvieron y se mantienen”. Para este técnico de voz serena y clara, casi juvenil. Esas fuerzas pro pinochetistas ejercen aún tanto poder como para preocuparlo, porque “la derecha antidemocrática en Chile posee buena parte de la economía y los medios, por ejemplo”.
A pesar de todos los sufrimientos del exilio y todo el tiempo lejos de la Patria, Gustavo Toro tiene una fuente que lo nutre de energías: “Yo sigo vibrando por todo lo que pasa en Chile”.
“El descalabro de los exiliados”
René Ronda, otro chileno ex exiliado, es ingeniero computacional y vive en Hürth, cerca de la renana Colonia. Al escuchar la noticia de la muerte del ex dictador, Ronda no sintió “beneplácito ni angustia ni tristeza”.
Ronda parece haber sido siempre consciente de que “la Corte Suprema de Justicia de Chile y los Gobiernos post Pinochet nunca tuvieron el coraje suficiente para enjuiciar al principal culpable de toda esta tragedia”.
Este ingeniero dice estar convencido de que una de las razones para la impunidad en Chile es “un pacto nunca expreso de la Justicia chilena con la ignominia del régimen de Pinochet”. Pero es que, prosigue Ronda, “ni siquiera los Gobiernos de la llamada Concertación tuvieron la entereza ni la fuerza para establecer las responsabilidades de la dictadura”.
¿La paz a todo precio?
Probablemente, la intención era la de “conservar la paz de Pinochet pero también la social”. El silencio – a la usanza de la ley popular de la “omertà siciliana” – tenía, a juicio de Ronda, dos objetivos, uno edificante y el otro malévolo: “no interrumpir el diálogo de paz, pero tampoco arriesgar el usufructo, por parte de los círculos pinochetistas, de las ganancias que ya arrojaban el nuevo modelo económico”.
En el debate sobre cuántos chilenos, a pesar de saber que Pinochet fue un asesino y un corrupto, son realmente los seguidores del ex dictador, Ronda estima que aún “de un 15% a 20% de la sociedad chilena apoya la gestión pinochetista”.
Los sentimientos frente al Chile de hoy
“Yo estoy en paz con el Chile de hoy, a pesar de que me trató particularmente muy mal”, concluye Ronda. Desde enero de 1974 me encuentro en exilio y durante 17 años no pude volver a mi patria. Ahora el retorno a Chile depende más de las responsabilidades asumidas en la diáspora. Pero el pueblo chileno mismo no tiene mucho que ver con el descalabro en la vida de los exiliados.
Ronda también está de acuerdo en que la muerte de Pinochet es el fin de una fase en la historia chilena. “Aunque aún queda por sacar al descubierto todos los crímenes cometidos por la dictadura y bajo la dictadura”.
Por último, queda la esperanza de que las concurridas manifestaciones de luto por Pinochet sean una de las últimas expresiones de indolencia con las víctimas de la dictadura y los chilenos dediquen juntos sus fuerzas a erradicar la impunidad y la inequidad social.