Ucrania: los servicios secretos, encargados de ajustar cuentas con el pasado
9 de mayo de 2009Marianne Birthler, la representante del Gobierno para los expedientes de la Stasi, tuvo en otoño de 2008 una experiencia inusitada en Kiev. Como persona “neutral”, invitó al jefe de los servicios secretos ucranianos SBU, Valentzn Nalzavjtschenko, a la cooperación en preguntas relacionadas con el ajuste de cuentas con el pasado del país. Sus archivistas tenían demasiada poca experiencia para llevar a cabo semejante acción.
“No hacen un mal trabajo”
Desde 2005, bajo la autoridad del presidente Viktor Yuvchenko, la apertura pública de documentos hasta entonces secretos es un asunto estatal. Gerhard Simon, profesor de Historia de Europa del Este, ha observado desde hace tiempo la situación en Ucrania. El hecho de que esta delicada tarea haya sido delegada a la Agencia de Seguridad – y no a una institución independiente, como en la mayoría de los países post-socialistas – no le molesta en absoluto: “Mientras yo pueda juzgarlo por el resultado, creo que no hacen un mal trabajo. Por eso pienso que el que la Agencia de Seguridad sea la encargada es una medida positiva. Y tampoco se me ocurre ninguna otra institución que pueda hacerlo.”
La Agencia de Seguridad trabaja conjuntamente con el “Instituto de la Memoria Nacional”, dirigido por uno de los ex-disidentes. En el nombre del Gobierno, el Instituto investiga “la lucha de los ciudadanos ucranianos por su independencia y las represiones relacionadas con ello”.
Por el nombre, cualquiera deduciría que se trata de la autoridad encargada de ajustar cuentas con el pasado, según explica Gerhard Simon. “A mi juicio, esta institución es muy fuerte si –insisto- está en manos de gente nacionalista. Pero el liderazgo del SBU es neutral y moderado”, añade.
Un tema explosivo
El procesamiento del pasado comunista es un tema explosivo para la sociedad ucraniana, que se encuentra profundamente dividida. Ya desde el primer paso – la apertura de documentos secretos sobre la hambruna de los años 30, que costó la vida a millones de ucranianos – se consideró una provocación en Moscú.
Los poderes pro-rusos en el parlamento hablaron, indignados, de un “intento de enfrentar a los dos grupos sociales”. Por el otro lado, según Gerhard Simon, tanto ex-disidentes como políticos “nacionales en cuestión” tienden a utilizar a los rusos como cabeza de turco. El hecho de que los mismos ucranianos formaron parte del sistema criminal suele pasarse por alto.
Hasta el momento, el proceso de ajuste de cuentas con el pasado se ha concentrado en los crímenes cometidos durante el régimen de Stalin. El presidente Viktor Yuvchenko pretende ir más allá: en enero de 2009 ordenó mediante un decreto público que todos los documentos de disidentes que aún quedaban en Ucrania se hicieran accesibles al público.
De acuerdo con las estimaciones de organismos de derechos humanos, todavía quedan unos 800.000 documentos “políticos” de la era soviética en Ucrania. Puesto que, tras el cambio, las primeras actas descubiertas fueron las de presos políticos rehabilitados, el resto se mantuvieron ocultas hasta los últimos años.
Los nombres de los espías siguen siendo secretos
Por otra parte, aquellos que ejercieron el espionaje para la KGB permanecen en el misterio. Una buena parte de la información sobre las cifras de espías fue ya destruida antes del cambio, o enviada a Moscú, según el activista de Derechos Humanos Yevgen Sacharow. No obstante, en su opinión, todo lo relacionado don los espías de la KGB que todavía permanece en Kiev también debería seguir siendo secreto: “Implicaría a muchos políticos todavía activos hoy día, científicos y artistas. Mucha, mucha gente estuvo involucrada en este sistema, tanto voluntariamente como bajo presión”.
Al mismo tiempo, Sacharow se refiere a la nunca concluida reforma de los Servicios Secretos de la SBU. Hace algunas semanas se anunció con orgullo que la Agencia de Seguridad prescinde ya de sus usuales espías de los tiempos soviéticos en las universidades del país. Casi 20 años después del cambio.
Autora: Blagorodna Grigorova / lab
Editor: Enrique López Magallón