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Venezolanos, todos contra todos

18 de abril de 2017

Los venezolanos han estado sometidos a una dieta diaria de violencia política desde 2001. ¿Qué tan resilientes son frente a ese estado permanente de sobresalto? ¿Cuál ha sido su evolución anímica en lo que va de siglo?

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Un venezolano clama por alimentos en la cola frente a un supermercado. (Archivo)Imagen: Reuters/I. Alvarado

En 2001, cuando las diferencias aparentemente irreconciliables entre el presidente Hugo Chávez y sus opositores dieron pie a las primeras manifestaciones en contra y a favor de la "Revolución Bolivariana”, la vida cotidiana de los venezolanos dio un vuelco. Desde entonces están sometidos al discurso altisonante del oficialismo y el antichavismo, a los insultos y declaraciones de guerra de sus voceros, a la opacidad táctica y los rumores calculados de tirios y troyanos. No cuesta intuir que esa dieta diaria de violencia política, verbal cuando no física, ha intoxicado la sangre de la colectividad y descosido el tejido social.

 

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Si a eso se suman la estrecheces de la economía nacional, el deterioro de los servicios públicos y la escasez de alimentos y medicinas, es comprensible que el humor de los venezolanos tenga un toque de amargura por estos días. ¿Qué tan resilientes son los habitantes de ese país frente a ese estado permanente de sobresalto? "A los que vivimos aquí nos resulta imposible sustraernos de la realidad de las calles. Uno de los efectos más nocivos de esta situación es que uno, como individuo, no puede planificar absolutamente nada, ni lo que se va a almorzar ni lo que se va a hacer después del mediodía”, cuenta el psicólogo social Leoncio Barrios.

"Y ese cortoplacismo impuesto por el entorno es agotador”, agrega este profesor emérito de la Universidad Central de Venezuela, consultado por DW sobre la evolución anímica de sus compatriotas en lo que va de siglo. "En términos generales, yo diría que en este país se ha pasado de la esperanza generalizada al desencanto masivo. En 1998, gran parte de la población depositó su confianza en Chávez y en su ‘Revolución Bolivariana', convencida de que ese proyecto político derivaría en mayor bienestar para más gente que en el pasado. Varios lustros más tarde, la sensación predominante es la frustración”, dice Barrios.

Depresión, rabia y miedo

"Al igual que ocurre con la decepción amorosa, la decepción política se manifiesta de dos maneras: en forma de depresión y de rabia. En este momento, la mayoría de los venezolanos está sumida, alternativamente, en esos dos sentimientos. A ese desconcierto profundo y esa agresividad latente yo agregaría el miedo. Se dice que esas son emociones negativas porque desgastan la psique, consumen mucha energía vital y van en contra de todo lo edificante. En ese sentido, en esta última semana hemos visto manifestaciones de calle cargadas con mucho entusiasmo, pero también con mucha ira”, acota el experto.

Una cola kilométrica para comprar alimentos en el barrio caraqueño de Lídice.
Una cola kilométrica para comprar alimentos en el barrio caraqueño de Lídice.Imagen: Getty Images/AFP/R. Schemidt

"Y cuando un grupo de personas actúa movido por la rabia, éste corre el peligro de incurrir en conductas perjudiciales para sus propios propósitos. En teoría se lucha por causas nobles, pero, en la práctica, los factores movilizadores no son ideas, sino emociones. Eso pinta un panorama muy preocupante porque aunque las redes sociales en Venezuela y la prensa internacional sugieren que el respaldo a la ‘Revolución Bolivariana' y al Gobierno es ínfimo o inexistente, hay un sector de la población que, igualmente iracundo, está dispuesto a defender al chavismo y al presidente Nicolás Maduro”, alerta Barrios.

"Quisiera aclarar que, en este caso, yo no me refiero a instancias regulares que siguen órdenes, como las Policías y las Fuerzas Armadas, sino a los grupos paramilitares denominados ‘colectivos chavistas', a las milicias populares armadas que están en retaguardia y también a ciudadanos de a pie desarmados”, subraya el especialista, explicando que, independientemente de que el rechazo al Gobierno sea mayoritario en este instante, la polarización política en la que el país ha estado inmerso desde principios de siglo sigue causando estragos. Barrios señala, eso sí, que la crisis se ha agravado en el último mes.

El lenguaje como arma

"Siempre hubo una rabia exacerbada en Venezuela, pero por mucho tiempo ésta se canalizó en el marco constitucional y en el electoral. Ahora que se han violentado esos marcos lo que tenemos es caos e incertidumbre”, comenta el psicólogo social. Con Barrios coincide Gisela Kozak, docente en la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela: "Los avances que habíamos logrado los venezolanos en términos de convivencia y de desarrollo institucional en el siglo XX se perdieron a lo largo de los últimos diecisiete años. En este momento, Venezuela es un todos contra todos”, asegura la escritora.

En 2014, Kozak publicó un libro titulado Ni tan chéveres, ni tan iguales, un revelador ensayo sobre el lenguaje usado por los venezolanos para articular la manera en que se perciben a sí mismos. "Nuestra sociedad se dividió en bandos nítidos cuyo enfrentamiento ha tenido marcas lingüísticas específicas. Los ‘revolucionarios' tachan a sus adversarios de escuálidos, traidores o apátridas; palabras que deshumanizan y desnaturalizan al contendor. Ha habido un cambio sustantivo en la discusión sobre quién encarna o no la venezolanidad. Para muchos, la auténtica venezolanidad está asociada con los valores del ideario chavista”, explica Kozak.

"Para otros, la verdadera venezolanidad está asociada con valores democráticos tradicionales que deben ser rescatados. Yo no comparto ninguna de esas visiones. A mis ojos, más importante que rescatar una identidad nacional es plantearnos la construcción de una ciudadanía, como lo hicieron los alemanes después de la Segunda Guerra Mundial, pero sin que tengamos cuatro Ejércitos de ocupación en casa”, sostiene Kozak.