¿Desaparecerá Globovisión?
13 de abril de 2013
No son pocos los Estados que salieron mal retratados en el informe publicado por la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) al concluir su más reciente reunión semestral: en México, ni las autoridades federales ni las regionales actúan para evitar que los comunicadores sean secuestrados o asesinados; los ataques contra la prensa se han vuelto más frecuentes en Perú y Colombia; y una decena de gobiernos incurre en prácticas antidemocráticas para presionar a los periodistas y medios que no comulgan con el oficialismo.
Según la SIP, la libertad de prensa y el derecho a la información se ven restringidos de diferentes maneras y en distintos grados en Bolivia, Chile, Costa Rica, Guatemala, Nicaragua y Panamá. Pero las críticas más severas de este organismo están dirigidas hacia los líderes y las instituciones de Argentina, Ecuador, Honduras y Venezuela, en donde han entrado en vigor o están por decretarse leyes que se usan o pueden usarse para fomentar la autocensura, acosar y controlar a las empresas mediáticas privadas o acallar las voces disidentes.
“Enemigo de la revolución”
Aunque Cuba estaría en primer lugar, si se elaborara un ranking sobre la base de estos abusos de poder, Venezuela sobresaldría en esa tabla por una razón de peso: en su territorio sólo queda un canal de televisión dispuesto a criticar abiertamente las políticas del partido de Gobierno y, ahora, ese medio está por esfumarse. Manuel Silva-Ferrer, investigador del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Libre de Berlín, explicó a DW por qué la desaparición de Globovisión está lejos de ser un incidente irrelevante.
“Desde 2005, todos los medios audiovisuales en Venezuela –que son los que ejercen mayor influencia sobre la opinión pública– están alineados con el Gobierno. La única excepción es Globovisión. Las otras televisoras que le hicieron oposición al presidente Hugo Chávez y al Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) terminaron cediendo a la presión oficialista, como Venevisión y Televen, o perdiendo sus permisos de transmisión, como RCTV”, cuenta este colaborador del Instituto de Investigaciones de la Comunicación (Ininco) de Caracas.
“Treinta y cuatro radioemisoras han sido cerradas por el Gobierno. Y los periódicos opositores que quedan tienen un impacto mínimo sobre la opinión pública porque su distribución es muy reducida y solo son leídos por una élite”, acota Silva-Ferrer. Pese a que Globovisión transmite en señal abierta en apenas dos ciudades venezolanas –Caracas y Valencia–, los canales de televisión por suscripción le permiten llegar a todos los rincones del país. Su línea editorial llevó a Chávez a tacharlo de “enemigo de la revolución bolivariana” en 2001.
Globovisión, a la venta
“El único canal de televisión venezolano que sobrevive con una postura crítica de cara al Gobierno está constantemente enfrentado a sanciones que en cualquier momento le pueden acarrear la pérdida de la licencia de transmisión, simplemente por informar de un modo independiente”, lamentó José Miguel Vivanco, portavoz de la organización no gubernamental Human Rights Watch, al presentar su más reciente informe sobre el estado de los derechos humanos en el continente americano.
Acusada de violar leyes relacionadas con la práctica periodística y las telecomunicaciones, la directiva de Globovisión ha sido blanco de demandas administrativas y penada con costosas multas. Tras el breve golpe de Estado de 2002, que duró del 11 al 14 de abril, a su presidente y accionista mayoritario, Guillermo Zuloaga, se le imputó el haber participado activamente en el complot contra Chávez. De ahí en adelante, el personal de la televisora se ha visto amedrentado recurrentemente por el asedio de grupos identificados con el oficialismo.
El 11 de marzo de 2013, Zuloaga –quien se encuentra exiliado en Estados Unidos– anunció que vendería Globovisión al economista Juan Domingo Cordero, director de una compañía aseguradora y ex presidente de la Bolsa de Valores de Caracas. La transacción se consumará después del 14 de abril, cuando los venezolanos ya hayan ido a las urnas para elegir al sucesor de Chávez, quien murió el 5 de marzo. Pero, ¿por qué vender el canal justo en este momento? Zuloaga declaró que la empresa ya no puede cubrir sus gastos operacionales.
Un proyecto inviable
En una carta enviada a sus trabajadores, el presidente de Globovisión enfatizó que las circunstancias lo obligaron a aceptar la oferta de compra hecha por Cordero. En sus propias palabras: luego de arriesgar hasta el capital de los accionistas para propiciar el triunfo de la oposición en las elecciones presidenciales del 7 de octubre de 2012, la empresa quedó en una situación muy precaria; agravada, además, por los procesos judiciales pendientes y el inminente vencimiento –en 2015– del permiso de transmisión de Globovisión.
La mayoría de los analistas presagia el triunfo del candidato oficialista, Nicolás Maduro, en los comicios presidenciales de este domingo (14.04.2013). Si ese pronóstico se cumple, lo más probable es que el nuevo hombre fuerte de Caracas de todas formas se niegue a renovar la concesión de transmisión de la televisora. En su misiva, Zuloaga define a Globovisión como un proyecto económica, jurídica y políticamente inviable “porque estamos en un país polarizado y del lado contrario de un Gobierno todopoderoso que quiere vernos fracasar”.
El investigador Antonio Pasquali, profesor de Filosofía Moral y Comunicación Social en la Universidad Central de Venezuela, sostiene que Globovisión también se ha vuelto técnicamente inviable: a finales de febrero, el Gobierno lanzó la televisión digital abierta; un sistema del cual quedó excluido el medio en cuestión. Globovisión fue relegado al ámbito de la televisión analógica que de por sí está por expirar en Venezuela. Según Pasquali, este fue otro paso del PSUV hacia el establecimiento de su “hegemonía comunicacional”.
“Golpe mediático”
Cabe recordar, sin embargo, que la historia de este canal de televisión es tan polarizante como lo fue en vida el propio Chávez: no todos los venezolanos lamentarían la desaparición de Globovisión. El intento de derrocamiento de Chávez fue descrito por sus partidarios como un “golpe mediático”, debido a la actuación de las televisoras privadas –Globovisión incluida– en las horas previas y posteriores a ese suceso. El 11 de abril de 2002, esos medios mostraron simultáneamente la alocución del jefe de Estado y los choques entre chavistas y opositores.
Apelando a su responsabilidad informativa, las televisoras llegaron al punto de dividir sus pantallas en dos, a sabiendas de que quebrantaban la transmisión en cadena del presidente. Pero, mientras Chávez estuvo alejado del poder, éstas no cubrieron las protestas en contra del golpe ni los desafueros de ciertos sectores de la policía en los barrios de Caracas donde se concentraban varias organizaciones de base chavistas. Hasta los corresponsales extranjeros le reprocharon a esos medios el haber transmitido caricaturas mientras el país ardía.
Nikolaus Werz, catedrático de la Universidad de Rostock, explicó a DW que los partidos venezolanos le entregaron el rol de la oposición política a los empresarios de la comunicación al percatarse de su propia debilidad, a principios de este siglo. “Una tendencia peligrosa”, enfatizó. “Pero, ¿qué pasó después del golpe? Los medios privados perdieron sus cuotas de poder real”, añadió Werz, haciendo referencia a las horas bajas de la desaparecida RCTV, de Globovisión y de las televisoras que se plegaron al Gobierno buscando sobrevivir.
Autor: Evan Romero-Castillo
Editor: Diego Zúñiga