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El absurdo, clave en "Workers"

Eva Usi16 de febrero de 2013

El cineasta salvadoreño nacionalizado mexicano Jose Luis Valle, que presentó en Berlín su ópera prima Workers, habló con DW sobre su tratamiento del humor y del absurdo y su fascinación por Tijuana.

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El cineasta José Luis Valle.
El cineasta José Luis Valle.Imagen: DW/E.Usi

Workers, cuyo título en inglés alude a la casi bilingualidad que domina el día a día en la ciudad de fronteriza de Tijuana, ciudad adoptiva del cineasta, compite en la sección Panorama Special y aspira al premio a la mejor ópera prima de la Berlinale, dotado de 50.000 euros. La cinta tuvo una buena acogida en el Festival de Cine con localidades agotadas en las exhibiciones en Berlín. El cineasta habló con DW sobre su visión particular de Tijuana, su manera de crear sus personajes y el trabajo con los actores.

¿Cómo llegaste a la construcción de tus personajes que cuentan de esa manera tan humorística su propia historia?

El cine que a mi me interesa, esas historias, se dan en el camino de manera muy fragmentaria, a partir de impresiones de la realidad, de anécdotas, de vivencias, hasta anuncios en el periódico, pero también a partir de mucha observación. La historia de Rafael le ocurrió a un amigo de mis padres, un salvadoreño inmigrante e ilegal que vive una situación frente a una trasnacional que lo rebasa. La historia de ella tiene mucho más que ver con el filtro de la ficción. 

¿Cuántos años llevas en México?

Muchos, salí de el Salvador cuando tenía un año, nos fuimos directamente a México, estuvimos por ahí rebotando en distintos lugares de América Latina, pero yo creo que en México me establecí desde que empecé la carrera de cine y como he sido muy nómada, cuando la terminé otra vez comencé a salir. México siempre ha sido mi base, pero ahora incluso por la película estoy muy contento en Tijuana.

Fotograma de "Workers".
Fotograma de "Workers".Imagen: Berlinale 2013

¿Te inspiró Tijuana a hacer la película?

Sin duda, en Tijuana es casi imposible no inspirarse. Eso lo encontramos en el desarrollo del proyecto. Es como cuando tienes una novia, que no es la más bonita, pero sí la más querida. Tijuana no es una ciudad bonita, pero es encantadora. Ahí hay una gran fuente de historias y de vivencias, por eso quisiera volver a filmar en Tijuana.

¿Qué es lo que te ha gustado tanto de Tijuana?

No lo sé y eso no sólo me pasa a mi, sino a mucha gente. Yo me considero como alguien un poco amargado y aburrido, al que no le prenden demasiado las cosas. Y Tijuana me emocionó. Sólo por eso, por llegar a un lugar que me hace sentir cosas diferentes. Pero aclaro,  lejos del cliché de que es un lugar de perdición, la leyenda negra de Tijuana. En dos años he visto poco de eso, no quiere decir que no lo haya,  pero yo he visto un lugar junto al mar, lleno de oportunidades, de amigos, como un pequeño mundo porque hay gente de todos lados. Tijuana es una ciudad llena de gente que iba de paso y se quedó y así se convirtió en una urbe. Yo me identifiqué por el exilio de mis padres. Si tu llegas adonde yo vivo, pensarás que llevo viviendo ahí tres días aunque llevo años. No hay nada colgado en las paredes. Es una actitud muy salvadoreña, sentirse siempre de paso.

¿Bajo el lema de la vida es transitoria...?

Totalmente. Mi tesis universitaria fue sobre “viajeros medievales”. Adopté el concepto llamado “Homo Viator”, el hombre del camino, no importa donde estés, incluso si eres totalmente sedentario en tu ciudad eres un viajero por el mundo, estás de paso y ese concepto está como telón de fondo en estas historias, tiene que ver con el tipo de cine que yo quiero hacer.

¿Qué es lo que buscabas en los personajes, que da la impresión que reduces a lo mínimo la expresión de los actores?  

No sabes qué complicado, quizás estás hablando de lo más complicado y lo que más disfruto al hacer cine, en particular con esta película y la dirección de los actores. Queríamos que todos los elementos confluyeran hacia la sutileza como divisa. Para ellos era una cuestión agobiante, me deben haber odiado, porque yo les decía “No muevas esa ceja”, y luego me decían, “Es que me hiciste hiperconsciente de cómo movemos las cejas”. En México los actores vienen de la telenovela o del teatro y eso es otro código, otra convención. Cambiarle el chip a alguien que lleva 30 años haciendo telenovelas, o haciendo teatro es una batalla cuesta arriba.  Ellos se quisieron arriesgar conmigo y  logramos llegar a la esencia de las cosas, creyendo ciegamente, de que menos es más. Que en vez de echarte un diálogo de media cuartilla, tal vez si te quedas callado es más fuerte. En la película se refieren a una violación sin decir la palabra violación, hay una venganza que no se ve. 

¿Cómo trabajas con el humor y esa aproximación tan novedosa en las imágenes, que ha gustado tanto en la Berlinale?

Pese a haber vivido tantos años en México tengo una mirada como de “no pertenencia”, no porque no me quiera adaptar, sino porque me sigue fascinando. Me sigue asombrando lo que quizá los mexicanos ya no ven. En Tijuana, esta barda que entra al mar y que separa a los dos países es para los mexicanos parte del paisaje. Cuando yo la ví me quedé helado y no por ver en ella un sentido trágico, incluso es bella. Pero es cruel también. Para mi el humor se da de manera natural porque yo soy así y tengo una mirada un poco distante de las cosas que aporta una cierta ironía. Pero también la situación que viven los personajes es absurda, no sé si es cómica, pero es tan absurda que se vuelve francamente divertida. Esas situaciones de injusticia, de atropello, son tan absurdas que te ríes.

La injusticia desde el absurdo.
La injusticia desde el absurdo.Imagen: Berlinale 2013

 ¿Cómo te ha tratado México que te ha inspirado a crear tus personajes?

México es un país muy generoso, muy cálido. Las migraciones, los exilios por las guerras en España, en Centroamérica y Sudamérica, han confluido en México por esta naturaleza cordial, aunque últimamente hay una decadencia social, un envilecimiento provocado por el narcotráfico, las masacres, el tráfico humano. Pero me encanta México y sin embargo están ahí cosas que también me han pasado, que te pregunten dónde está el Salvador, o quizá la discriminación por tu situación migratoria. Pero a mi el país me sigue asombrando y lo de la violencia lo veo con un dejo de tristeza porque quizá llegue un momento en el que México ya no sea tan buen lugar para vivir. Hoy ya no estoy tan seguro de eso. Me siento un poco incómodo e inseguro, como todo el mundo.

¿Qué proyectos tienes en mente?

Me gustaría mucho hacer un proyecto sobre la guerra en El Salvador. Pero potenciando mi impresión o mi vivencia de la guerra, a través de la mirada de un niño, que no fue la de un campo de batalla. La guerra es absurda y ante los ojos de un niño mucho más. Quisiera hacerlo desde el absurdo, lo que puede provocar hasta risa. Quizá al generar estas situaciones encontradas puedes tomar una mejor distancia y reflexionar sobre las cosas. La trama trata sobre un secuestro espectacular que ocurrió en Centroamérica que fue orquestado por la guerrilla salvadoreña en la década de los 80 y capturó como rehén a un jeque árabe, una cosa rarísima. Los secuestradores eran chavales de 17 años, que hubieran preferido estar jugando fútbol que secuestrar a un potentado. Pero terminaron haciéndose grandes amigos, se fugaron juntos y nunca se volvió a saber de ellos. Es una historia de amistad en un contexto de guerra.

Autora: Eva Usi

Edición: José Ospina-Valencia