Dinamarca: Ventaja para Rasmussen
13 de noviembre de 2007Los pueblos no suelen enviar de vuelta a sus casas a los gobernantes cuando la economía marcha viento en popa. Tampoco los daneses son indiferentes al crecimiento económico del 3,5% alcanzado el año pasado, ni a la ínfima tasa de desempleo, de 3,1%, que es la más baja registrada en tres décadas. En consecuencia, la estrecha victoria de la coalición de Anders Fogh Rasmussen que vaticinaron ya los sondeos a pie de urna sorprende sólo por el adjetivo, es decir, por no haber resultado tan holgada como podría esperarse en semejantes circunstancias.
Normas de inmigración draconianas
A todas luces, no todos están satisfechos con la coalición conservadora encabezada por Rasmussen, que ha tenido que recurrir al respaldo del Partido Popular (populista de derecha) para poder gobernar. En la práctica, ese apoyo se ha traducido en un pie forzado de la política danesa, sobre todo en lo tocante a las leyes de inmigración. Las leyes en la materia se endurecieron, al punto de ser consideradas las más rígidas de Europa.
Lo mismo vale decir de las disposiciones de asilo. Desde la llegada de Anders Fogh Rasmussen al poder, en 2001, el número de solicitudes de asilo aceptadas en Dinamarca bajó de más de 10.000 anuales, a menos de 2.000 en el 2006. El primer ministro defiende públicamente las restrictivas disposiciones, alegando que era necesario frenar en parte “la ininterrumpida corriente de inmigrantes y refugiados”.
Nuevo rostro en la política danesa
No lo ve así, en cambio, un político que fue la verdadera estrella de la campaña electoral danesa: Naser Khader. El carismático político, de origen sirio, cobró notoriedad por su intervención moderada durante la crisis que se desató con el mundo árabe por la publicación de caricaturas de Mahoma en la prensa danesa. Desde entonces, su figura adquirió importancia, hasta llegar a fundar un nuevo partido: la Nueva Alianza.
Khader manifestó abiertamente, antes de los comicios, su disposición de respaldar a Rasmussen en un nuevo gobierno, siempre y cuando éste a su vez acceda a flexibilizar la política de inmigración. Todo dependerá ahora de si ese respaldo resulta necesario o conveniente para el primer ministro. Visto desde el exterior, al menos, la compañía de la Nueva Alianza parecería más grata que la de los populistas de derecha.