"Pinochet estuvo mentalmente impecable hasta el final"
13 de diciembre de 2006En 2005, Juan Guzmán Tapia cambió los tribales por el decanato de la facultad de derecho de la Universidad Central de Chile. Pero el "caso Pinochet" marcó para siempre la figura de este juez chileno. Fue, dice, la búsqueda de la verdad lo que le impulsó a enfrentarse con los crímenes cometidos durante el régimen militar. Más de 200 querellas contra el ex dictador pasaron por sus manos. "Operaciones" varias fueron objeto de sus investigaciones: "Caravana de la Muerte", "Cóndor", "Colombo"…
DW-WORLD: Usted es una de las personas que más trabajó por llevar a Pinochet ante la Justicia. La muerte del ex dictador deja ahora la sensación de que, una vez más, Pinochet escapó a su cita con la responsabilidad. ¿Quedan aún cuestiones pendientes en este caso?
Juan Guzmán: Técnicamente, la muerte de Pinochet significa que las causas terminan. Obviamente, no se puede llevar adelante un juicio si no está el inculpado. En ese sentido, no hay nada que hacer. En el sentido de la falta de Justicia, el problema es otro.
Yo procesé a Pinochet en dos ocasiones, por la "Caravana de la Muerte" y por la "Operación Cóndor", y solicité en tres ocasiones su desafuero. En "Caravana de la Muerte", la Corte Suprema decretó el sobreseimiento temporal, aduciendo que Pinochet carecía de las facultades mentales adecuadas para ser juzgado. Nosotros pudimos comprobar que Pinochet estuvo mentalmente impecable hasta el final. En "Operación Cóndor", una sala de la Corte de Apelaciones revocó un auto de procesamiento mío, aduciendo que la Corte Suprema ya se había pronunciado sobre su demencia, y que esa demencia producía efectos en todas las causas. Es decir, que hubo la tenacidad que se requiere por parte de los jueces para dar el primer paso, procesar a Pinochet, pero no hubo voluntad de los miembros de los tribunales superiores para que hubiera juicio. Pinochet fue procesado, pero no juzgado.
DW-WORLD: ¿Por qué no existió esa voluntad?
J.G: Personalmente, pienso que faltó la voluntad política. Quizás los miembros de la Corte Suprema no eran los adecuados. En ocasiones, opera la ambición más que la vocación de servicio y la vocación de justicia. Si Pinochet hubiera estado demente, yo hubiese compartido la decisión de la Corte Suprema. Pero habiendo visto a Pinochet, habiendo estudiado con seriedad los informes médicos, conforme a la experiencia de juez antiguo sobre la materia, no pude sino estimar que se encontraba con sus facultades mentales normales.
DW-WORLD: Usted se reunió con Pinochet en dos ocasiones. ¿Cómo fueron esos encuentros?
J.G: La primera vez me dio la impresión de que se trataba de un hombre con mucha energía, que se encontraba bien psicológicamente y que físicamente estaba algo deteriorado, pero no tanto como en la segunda ocasión en que lo vi, donde lo encontré muy gordo, con dificultades para moverse… Entre la primera y la segunda vez habían transcurrido más de cuatro años. Sin embargo, mentalmente seguía tan vigoroso y racional como en el primer interrogatorio. Su percepción de la realidad era acorde con la de una persona normal.
DW-WORLD: ¿Cree que era consciente de lo que había significado su dictadura y de los crímenes que en ella se habían producido?
J.G: Su conciencia era absoluta. Pero nunca asumió personalmente la autoría de los crímenes. En las dos ocasiones se excusó diciendo que, si hubo crímenes, los hubo por parte de sus inferiores. Y eso en el ejército obviamente no opera. Más teniendo en cuenta que él era jefe del ejército y jefe de la DINA, el servicio de las Fuerzas Armadas que estaba destinado a la represión. Y la represión implicaba torturas, muertes y desapariciones forzosas. Por lo que, en realidad, no podía desvincularse de los crímenes.
Sí, sí tenía conciencia de lo que había significado la dictadura, de que habían habido violaciones notables de los derechos humanos. Pero, él las justificaba. No abiertamente, pero las justificaba como las justifican hasta el día de hoy todos los partidarios de Pinochet. Él pensaba que la dictadura había sido útil y necesaria. Y jamás dejó de pensar así.
Partidario en un principio del Golpe de Estado del general Pinochet, Guzmán nunca pensó que las cosas transcurrirían como lo hicieron. ¡Siga leyendo!
DW-WORLD: En varias ocasiones, usted ha reconocido que en un principio fue partidario del Golpe de Estado. ¿En qué momento cambió de opinión?
J.G: Jamás pensé que el ejército iba a incurrir en crímenes. Claro que fue un error apoyar en un principio el Golpe. Fue un error del que me di cuenta en seguida, por tres motivos: primero, porque nací en el seno de una democracia; segundo, porque soy abogado; y en tercer lugar porque era juez, y al ser juez con mayor razón debe estar uno por lo que es la justicia, el orden y que las instituciones marchen correctamente.
DW-WORLD: Con Pinochet muerto, ¿cierra Chile una etapa o quedan demasiados capítulos aún abiertos?
J.G: Yo espero que se cierre el capítulo. Pero la gente ofendida, afectada por la dictadura, sobre todo los parientes de los detenidos y desaparecidos, estiman que la llaga está abierta y que faltó el gran toque final, que habría sido el que Pinochet hubiera sido juzgado.
DW-WORLD: Las hileras de personas despidiendo a Pinochet han dado la vuelta al mundo. ¿Cómo se siente usted cuando ve a esas personas, muchas de ellas jóvenes, ante el féretro de Pinochet?
J.G: Creo que se exageró el número de personas que se acercaron a despedir a Pinochet. Muchos tampoco eran adherentes, como luego se comprobó. Respeto el duelo, sobre todo el duelo de la familia del fallecido. Y soy tolerante. Lo que no acepto es la falta de respeto. Se produjeron muchos actos contra las instituciones chilenas, como el que protagonizó un nieto de Pinochet. Tampoco acepto que se gritara como se gritó en el funeral. Ahí se revela que son personas que no son pluralistas, que creen que donde no están ellos está el mal y que descalifican todo aquello que no es pinochetista. Para mí, como chileno, fue una vergüenza que el mundo entero viera que había tal salvajismo como el se mostró ayer.
DW-WORLD: La era que se inició tras la II Guerra Mundial y los Juicios de Núremberg debía ser la era de la Justicia Universal. Sin embargo, una y otra vez vemos como dictadores escapan a sentarse ante un juez. ¿Cree que llegaremos a ver juzgar a un dictador?
J.G: Para mí, la Justicia de Núremberg fue la Justicia de los vencedores. El sistema que se plantea ahora, con la Corte Penal Internacional, es diferente. La Corte Penal Internacional tiene por objeto que ni los dictadores, ni los "segundos cuchillos", agentes de los dictadores, o aquellas personas que hayan cometido crímenes de lesa humanidad, se libren de responder por esos crímenes. Así que hemos dado un gran paso internacionalmente.
Ahora, Chile no ha ratificado aún el Estatuto de Roma, así que no es parte del mismo ni del tribunal de la Corte Penal Internacional. Espero con vehemencia que seamos uno de los próximos países, sino el próximo, en ratificar el Estatuto de Roma.